Al aceite de oliva le hace falta una norma de calidad única, que permita eliminar el alto porcentaje de fraude que se produce en su elaboración y comercialización, proporcionarle valor añadido y abordar su futuro con optimismo. Son las conclusiones del Segundo Informe sobre el Sector del Aceite.
Al aceite de oliva le hace falta una norma de calidad única, que permita eliminar el alto porcentaje de fraude que se produce en su elaboración y comercialización, proporcionarle valor añadido y abordar su futuro con optimismo. Son las conclusiones del Segundo Informe sobre el Sector del Aceite, se señala que se está produciendo una acelerada banalización del producto por parte del sector de la distribución, los propios olivareros y una buena parte de los consumidores.
El aceite de oliva es un producto muy regulado en sus diferentes variedades, pero no tiene una norma homogénea de calidad que permita establecer cuáles son los estándares que debe conseguir el producto y cuáles son las prácticas irregulares o fraudulentas que no se pueden admitir y que se extienda a los proceso de cata y a su vida en el mercado, señala el informe.
La falta de unificación en las normas de calidad y de controles eficientes es una ventana para que entren prácticas poco transparentes que genera confusión” al consumidor, daña la imagen del producto y reduce su valor, favoreciendo que en muchos mercados internacionales el aceite de oliva queda clasificado en el genérico de grasas.
Además, la cambiante tendencia de los precios en el sector y el alto peso del coste de la producción de la materia prima, que supone más del 80% del precio final del aceite de oliva, abre la puerta al fraude.
Entre los fraudes más extendidos está el de utilizar el aceite refinado aprovechando la diferencia de precio entre los aceites lampantes y los aceites vírgenes, entre 25 y 50 céntimos el kilogramo, para mezclarlo con aceite virgen extra y venderlo como si fuese aceite virgen extra.
También se utilizan aceites de semilla debidamente tratados que pasan como todo oliva en las mezclas, ya que el aceite lampante y el de semillas oleaginosas se puede refinar hasta obtener un producto que sea neutro, sin olor, color o sabor, y que mezclado con virgen extra sea indetectable en los análisis físico-químicos en los paneles de cata que actualmente se emplean.
El informe añade que, si el refinador cuenta con la suficiente tecnología, se puede utilizar aceite de orujo, de muy baja calidad y reducido precio, refinarlo, mezclarlo con virgen extra en pequeña proporción y hacer pasar el producto como aceite virgen extra, una práctica muy extendida en países vecinos.
En la situación actual de exceso de oferta, la presión de la distribución se intensifica y se alienta esta manera de fraude, sin embargo, si se detecta algún defecto de calidad en el aceite de oliva el resultado es únicamente una multa administrativa, normalmente de poco importe, algo que los industriales defraudadores ya tienen en cuenta en sus costes de producción. A ello se le unen, tal y como concluye el informe del Instituto, las prácticas poco ortodoxas en las ventas en grandes superficies donde el aceite de oliva es el producto reclamo de bajo precio de otros consumos.
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Fuente: https://www.lavanguardia.com/comer/al-dia/20181001/452114203121/fraude-aceite-de-oliva-denuncian-venta-produccion.html